sábado, mayo 10, 2008

Crisis de hormigas

Mi casa está infestada de hormigas. Son una plaga. Salen de todos lados. En la cocina se puede ver a dos o tres paseando frenéticas por los blancos y brillantes mosaicos. Van sin rumbo, extraviadas, desesperadas por encontrar a sus compañeras perdidas. Avanzan unos centímetros, retroceden, van para la izquierda, para la derecha, regresan al punto inicial y no van a ningún lado, están totalmente desorientadas, histéricas por verse solas y abandonadas en la amplia blancura de la cocina. Kilómetros de un deslumbrante e inmenso valle frente a ellas. Podrían estar en cualquier lado y no haría ninguna diferencia, pueden intentar ir a cualquier lugar porque al final están desamparadas en la vastedad de la barra de la cocina. Pueden tratar avanzar hasta los dominios del microondas e intentar conquistar su desafiante estructura pero no lograrán nada. Pueden proponerse llegar a la licuadora y tampoco encontrarán refugio entre sus filosas aspas. Pueden intentar buscar la tarja pero lo más probables es que decida ahogarlas con un chorro de agua que las arrastre irremediablemente por el caño. Supongo que lo mejor que les puede pasar a estas hormigas descastadas es que llegue yo y las aplaste sin misericordia. Adiós, hormiga.


Pero esas dos o tres dejadas atrás son las bajas de guerra inevitables, normales cuando se está en una situación extrema. Las hormigas forman un ejército, bien organizado, que avanza tomando cada vez mayores posiciones. Una primera inspección descubre a estas pocas hormigas perdidas pero una mirada más detenida revela un poco más allá una filita ordenada de minúsculos negros que van por la pared avanzando rápidamente. Cerca de la estufa también hay un nutrido grupo de reclutas que marchan disciplinadamente. En la puertita donde están los vasos también hay otro batallón entregado a las duras tareas que le han encomendado sus altos mandos.


Les provoco terror, pánico. Basta que me acerque unos centímetros para que huyan despavoridas, en esos momentos no hay disciplina que valga. Sálvese quien pueda. Me las imagino gritando: ¡¡¡Ahí viene ese güey!!! ¡¡¡Córranle, putos, o se los carga la chingada!!! Rompen filas y corren por sus vidas miserables en todas direcciones antes de que un frío rocío las congele y las reduzca a nada. En esos ataques son varios cientos las que mueren pero estoy seguro que su estructura no se debilita significativamente. Me he convencido que esos episodios de fuerza bruta en los que acabo con algunas centenas no son efectivos para exterminarlas, si bien pueden resultar bastante espectaculares.


El insecticida no va a acabar con ellas. El otro día me hice un atún y lo dejé a la mitad porque sonó el teléfono. Después de colgar el aparato y regresar sobre el atún descubrí que algunas se paseaban por el borde del plato y traté de quitarlas pero al mirar por debajo del recipiente descubrí un hervidero de hormigas. La base del plato se veía negra y fue algo francamente asqueroso. Una hormiga encima de otra, un remolino negro de patas y cabezas diminutas que me arruinaron mi atún y me provocaron náuseas. Pinches hormigas descaradas. Estoy seguro que estaban haciendo una orgía encima de mi comida, estoy seguro que estaban cogiendo frenéticas embriagadas en mayonesa McCormick. Degeneradas, que se vayan con sus perversiones a otro lado.


Después de comentarlo con algunas personas he concluido que la mejor manera de exterminarlas para siempre es llamando a un profesional. Un fumigador que pueda llegar a su centro de operaciones y cortarles definitivamente el suministro es la única solución viable a este problema. La verdad es que esta situación ya es francamente insostenible porque he descubierto que el ejército de hormigas ya abrió un nuevo frente en mi cuarto. Si bien siempre logré mantener a raya a la Chingacola, a estas cabroncitas no hay cómo y no voy a permitir que en mi propio cuarto estén cohabitando, ya bastante es que se hayan apoderado de la cocina como para que también quieran joderme mientas duermo.


Mientras tanto, ya conseguí el teléfono de un acreditado exterminador de plagas.
Hormigas, ahora sí les llegó su hora, ñaca ñaca.

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