Cuando uno era chico y comenzaba el año escolar el maestro siempre pedía a sus estudiantes que escribieran una composición (término que encuentro misterioso e insondable) acerca de sus vacaciones. El título invariablemente era "Mis vacaciones" y dependiendo del grado escolar, el nivel de detalle y la narrativa iban aumentando en complejidad. Así pues, la composición de segundo de primaria en su mayoría eran enunciados breves, punto y seguido y algún detalle en el que la inquieta mente del estudiante se perdía durante los dos meses del verano, por lo que en su mayoría esta clase de escritos resultan monotemáticos y son del tipo: Mi primo tiene un perrito y jugamos con él. El perrito es cafe y se llama Chicozapote pero yo le digo Snoopy. Mi mamá me dijo que me va a comprar un perrito. En Veracruz hay muchos plátanos.
Cuando uno tiene un poco más de consciencia le da por comparar sus vacaciones con las de los demás. Se vuelve una suerte de competencia para ver quién pasó las mejores vacaciones y en las composiciones de estos estudiantes se habla de lugares lejanos, playas de ensueño, personas interesantes, viajes en avión, souvenirs costosos y fotografias en lugares exóticos, de los que la única referencia que uno tiene es por la televisión. Las Pirámides de Egipto y mamadas por el estilo son lugar común. En general resultan aburridas y pretensiosas.
Cuando uno es adulto, el profesor ya no le pide que escriba una composición sobre sus vacaciones. Según me acuerdo, hasta secundaria se habla del tema con el maestro. Yo tenía una maestra de Geografía (Miss Lolita) que siempre me preguntaba que había hecho en el verano. Siempre me decía por mis dos apellidos y eso me hacía sentir raro, la manera en que lo decía la hacía sonar verdaderamente interesada en lo que había hecho los últimos dos meses. En general casi no salíamos de vacaciones en el verano porque lo hacíamos en temporada baja, para no encontrar los lugares atascados (jaja, la verdad es que es más barato). Aaah, mis padres son tan buenos que a sus hijos escolares les regalaban una semana extra de vacaciones, sin perjuicio alguno si por haberse ausentado de clases uno reprobaba una materia. Unos santos, de verdad.
Después el tema ya no se trata en el salón de clases sino con los amigos y entonces ya se hacen otras cosas. Ya no se escriben composiciones ingenuas ni se habla con los profesores ni se vacaciona con los padres. En la universidad se vacaciona con los amigos, en tremendas borracheras que duran días y días en las que ocurren historias de lo más divertido. Esto dura algunos años, hasta antes de tener responsabilidades de adulto (o sea, de hueva).
Superada esa etapa, se llega a un punto en el que las vacaciones ya no son reseñables, ya no hay nada que contarle a nadie porque los recuerdos sólo le quedan a uno.
No importa mucho el lugar ni lo que se hizo ni se vio tal o cuál cosa. En realidad uno se va de vacaciones por razones mucho más poderosas que el destino o las atracciones del lugar. Tampoco se hacen las cosas típicas que hacen los turistas. Y estar de vacaciones así es lo mejor, ni siquera llevé cámara, no tomé una sola foto de un lugar. Y me divertí como nunca.
Las vacaciones son lo mejor, lástima que haya tan pocas.
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