miércoles, febrero 20, 2008

Puentes

Una vez un amigo me dijo que lo que más le gustaba de vivir en México eran los puentes. No los puentes peatonales ni los vehiculares sino esas afortunadas coincidencias en las que a un día feriado le sigue el fin de semana o al revés, un lunes de descanso después del fin.

Recuerdo que cuando era chico los puentes eran un gran tema, una discución pues todos deseaban que los días festivos fueran viernes o lunes para poder pegarlos con el fin de semana y lograr la hazaña de tener un fin de semana largote. Antes no era como ahora, en la que el día feriado se recorre al lunes o al viernes, según la cercanía, para poder tener puente siempre.

Antes tener un puente era como ver alinerase los planetas, por eso eran tan añorados y esperados. Recuerdo que hasta se contaba cuántos puentes iba a haber en el año, así había la posibilidad de tener tres o dos o uno... o ninguno.

Hoy en cambio el puente siempre está ahí. Se tiene como una conquista de la Revolución, como algo dado. Creo que es lo único bueno que han hechos los diputados.

Una vez vi un calendario escolar y me quedé analizando largamente toda la variedad de símbolos que tienen para marcar fechas, efemérides, inicios de cursos, fin de cursos y todas las actividades de un año escolar. En ese calendario, a los puentes se les daba un nombre excepcional, digno del barroco mexicano y todas sus fórmulas oficiales para darle gran ceremonia a todo:

Suspensión programada de actividades por sucesión de días inhábiles.

Al tipo al que se le ocurrió tal eufemismo mínimo le tocó una subsecretaría en la SEP.

Yo pienso que los puentes son necesarios para el correcto funcionamiento de toda la sociedad. Un puente sirve como un estímulo, como un aliciente, siempre es mejor mirar al horizonte y ver, aunque sea muy lejano, un puente. Un puente da una razón para seguir adelante, hace que parezca que merece la pena el desvelo de ahora para alcanzar lo largamente añorado. No hay nada peor que tener frente a sí un desierto, tierra estéril y seca que no ofrece nada al que la pisa. No hay nada peor que haber perdido la esperanza y un puente siempre es esperanza, una oportunidad para descansar, una tregua al trajín diario, al estrés, al desgaste, a la frenética vida moderna.

Creo que los puentes sirven como válvulas de escape, ayudan al equilibrio de la sociedad, permiten que las cosas puedan seguir funcionando. Si no hubiera puentes, nuestras vidas pasarían mas grises y leves de lo que pasan ahora. Un puente siempre es un buen pretexto para hacer un plan con los amigos, para darse unas merecidas minivacaciones, para descansar.

Lo malo es que en Guatemala casi no hay puentes. Así que espero que los que están en México aprovechen todos los puentes.

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