Dicen que los mexicanos siempre hacemos bromas de todo. Es cierto. No sé si sólo los mexicanos las hagan porque los guatemaltecos también dicen que hacen bromas de todo, aunque yo no entiendo sus bromas. Hacen bromas pero no son graciosas. He leído y escuchado interminables explicaciones al respecto y es complicado comprender por qué hacen las bromas que hacen y no hacen "otras bromas". En cualquier caso, en muchas culturas se hacen bromas incluso de las cosas que se tienen por más respetables. En fin, sólo yo me entiendo y además este post no es del humor guatemalteco sino del mexicano.
Cuando un mexicano trata de ejemplificar cómo se hacen chistes de todas las cosas sagradas, o serias, o solemnes, o rituales usa un viejo pero efectivo recurso: mete la mano y saca de entre sus ropas un encendedor. Lo prende y lo agita frente a la mirada atónita del espectador y pregunta ¿qué es esto? mientras mueve el encendedor de un lado a otro provocando que la flama luche desesperada contra el necio viento que trata de extinguirla.
No sé.
Es un niño de San Juanico.
En la misma tónica, el accidente aéreo del 4 de noviembre pasado ha hecho que muchos ilustradores den sus propias y cómicas versiones acerca del diálogo que sostuvieron los pilotos del avión antes de estrellarse y que por disposiciones internacionales únicamente conocemos por la transcripción de la SCT, lo que sin duda le ha quitado dramatismo y ha estimulado la imaginación de los mexicanos. A continuación, un par de viñetas cómicas que ofrecen versiones alternativas a la turbulencia por estela que derribó el avión, explicación que, según mi opinión, no deja lugar a dudas de que se trató de un accidente. Esta es una y esta es la otra. La segunda es mi favorita.
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