A ella le gustó de él la manera en la que hablaba sobre su granja de hormigas. Le pareció conmovedor que fuera tan ingenuo, que a pesar del lugar en el que vivía y de las cosas horribles que había visto, algo así le entusiasmara tanto. Ella sabía que aquello no era una evasión sino un auténtico interés. Después de eso se sentaron a fumar un cigarro.
A él le gusto de ella la manera en la que el cabello le caía sobre la frente. Le pareció que aquello era encantador, su caprichoso cabello buscaba su propio acomodo, sin que le importara que ella tratara de peinarlo. Él sabía que aquello no era un accidente sino un abierto coqueteo. Después de eso se sentaron a fumar un cigarro.
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