Ya había adelantado algo acerca de la iguana pero ahora quiero hablar con todo detalle acerca de sus últimas fechorías.
Resulta que a pesar de la enérgica advertencia que le hice, "La Chingacola" como me gusta llamarla cariñosamente por su notable capacidad para estar chingando con su asquerosa cola, decidió que todas mis amenzas y ultimatums le venían guangos y que ella iba a seguir paseando su desagradable cuerpo por toda la casa con total impunidad.
Al comentar esta situación con
Cristina, quien todavía no se daba de baja del equipo que honorablemente dirijo, ella opinó que seguramente eran ratas y no la Chingacola quienes se encargaban de defecar por toda la casa. Yo le aseguré que no porque en mi casa no hay suciedad ni comida ni nada que atraiga ratas, ni de campo ni de ciudad ni de ningún tipo, sin embargo, ella insitió en que el excremento era de rata y que había que exterminarlas. Me pidió que comprara veneno y ni tarda ni perezosa (frase hecha que cabe bien aquí) se encargó de repartirlo generosamente por todos los lugares donde, según ella y toda su experiencia, se pasean las ratas con toda libertad. En este punto quiero aclara que la intención de Cristina nunca fue envenenar a la Chingacola sino a las ratas, que la verdad me provocaban más compasión que la iguana porque me las imaginaba todas buena onda, como las que salen en la peli de Dr. Doolittle.
Yo por mi parte pensé que sí había daños colaterales y la Chingacola salía lesionada o quedaba daminficada, so be it.
Cristina dejo el veneno y se fue pero rápidamente de la banca se incorporó Mary, otra recia y experimentada jugadora que de inmediato aprovechó la coyuntura para ganarse la titularidad en mi equipo, que además de ella lo integran el Mario Bros (jardinería) y el Chicarcas del Soconusco (plomería y arreglos varios).
La Chingacola decidió que para darle la bienvenida que merece cualquiera que se integre a este honorable equipo había que dejarle un regalito... y así lo hizo. Esta vez me encargué de documentar su vileza, para que no quede duda que lo hace por chingarme, por estar jodiendo.
¡Aquí está la prueba irrefutable!
No pude lograr una mejor imagen porque no tengo cámara y mi celular es más bien chafita pero tomé la foto para que quedara constancia de las ganas de molestar de Su Majestad Chingacola I que a fuerza tiene que venir a cagarse a mi casa.
La evidencia es incontrovertible
Se puede observar que hay un patinón del lado izquierdo de la caca. No es que la Chingacola tenga problemas de estreñimiento (todo lo contrario) sino que cuando iba llegando casi la piso y la alcancé a rozar con el tenis y la moví unos centímetros. Les digo que lo hace por chingar la madre.
En cuanto al veneno pues obviamente la Chingacola no es nada tonta y de seguro que pasa las noche riéndose de mí y de mi veneno para ratas, yo que llegué a sentir un poco de compasión por su inmunda alma para que me hiciera quedar como un pepino.
Estoy desesperado. Ya no sé qué hacer. Me empiezo a hacer a la idea de que tendremos que vivir los dos en la casa. El lugar es muy grande. Tal vez ella pueda estar abajo y yo arriba. Con que me permita salir y entrar sin molestarla mucho es suficiente. A veces haré alguna fiesta y vendrá gente, la podría invitar, servirle un vodka, preguntarle si le gusta la música o quiere poner su ipod, que se sienta cómoda pues, no como un huésped indeseable sino como parte del equipo.
Pinche iguana.
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