A mi casa se mete una iguana. Todos me dicen que son inofensivas, que no exagere, que no es para tanto pero yo no la soporto. Odio pensar que está ahí en la planta baja descansando, paseando su asqueroso cuerpo por toda la casa mientras yo arriba me encierro para que no entre. Odio entrar a la cocina y prender la luz y tener que estar pensando si no estará ahí la pinche iguana agazapada esperando que yo entre para asustarme. Ya sé que no está pensando en asustarme y que probablemente ella se asusta más que yo pero odio su imagen, su recuerdo, su presencia fantasmal, su pinche cara de iguana. Nunca mejor aplicado el calificativo. En la prepa había un tipo al que le decían el cara de iguana pero de verdad que su cara no estaba ni cerca de ser tan repulsiva como la de una iguana de verdad. Y vaya que era feo.
En Tecún ahora es la época en que venden carne de iguana en mole. ¡Que se las coman a todas! ¡Por un mundo libre de iguanas!
El otro día me dijeron que éste era su hábitat y que seguro las iguanas tenían miles de años de vivir aquí y que no tenía derecho a matarla. Que el intruso era yo. Tal vez sí. Seguro que cumplen alguna función con la que contribuyen al equlibrio ecológico y que no hacen ningún daño pero yo simplemente no la soporto.
Para los que somos de otro lado, los que hemos vivido siempre en un departamento en el DF, como es mi caso, estar aquí es estar casi en la jungla. ¡Sin exageración! Allá no hay ejércitos de hormigas, no hay lagartijitas güeras de esas que les dicen geckos, no hay extraños animales voladores, no hay cucarachas tamaño caguama y por supuesto no hay iguanas. Discúlpenme pero para mi ver una pinche iguana es como ver un dinosaurio, me siento en Jurassic Park cuando el Velociraptor está persiguiendo a los chavitos ñoños por toda la cocina. No me gustan las iguanas y no me gusta que se metan a mi casa.
Con todo, respeto a todos los animales y estoy totalmente en contra de cualquier trato cruel hacia ellos. Me indiga que maltraten a los animales y estaría de acuerdo con que se impusieran sanciones y castigos severos a todo aquél que le provoque cualquier tipo de sufrimiento a un animal. Pero la iguana ya me está rompiendo las pelotas, como dicen los argentinos.
Odio que se meta pero de ahí a que yo le haga algo hay una gran distancia, sin embargo, últimamente ha estado haciendo algo que no le tolero.
Y es que la iguana ha decidido que cada vez que entra a la casa le dan ganas de cagar y como su majestad no puede cagar agusto en el jardín de adelante o el de atrás o en cualquier otra casa que no sea la mía pues siempre caga en la mitad de la sala. Y eso sí que no se lo consiento. No obstante mi odio y mi rencor hacia ella todavía decide que quiere burlarse de mí y venir a cagarse a mi propia casa.
Obviamente no tengo manera de probar mi dicho pero estoy seguro que la pinche iguana lo hace a propósito, le gusta joderme y por eso viene a cagarse en mi mera jeta, no lo hace de a gratis, no para nada, piensa en donde hacerse para que lo primero que vea cuando entro sea su pinche caca.
Estoy francamente harto y por este medio quiero avisarle a la iguana que está advertida, que a la próxima que siga con sus idioteces voy a tomar medidas extremas y que no pienso seguir limpiando sus porquerías. Ya estuvo bueno de querer verme la cara de tonto.
Iguana, estás advertida.
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